Hace algunos meses una gaviota solitaria volaba sobre los mares. Desde la altura miraba otras aves que junto a sus bandadas se deslizaban alegres por el cielo. El sol desde lo más candente de su altura, las vestía de amarillo fiesta y haciéndoles travesuras las calentaba, obligándolas a bajar a refrescarse en las faldas saladas del mar. Había águilas de majestuoso plumaje, cóndores, palomas y gavilanes, que olvidándose de su instinto de animal de caza, revoloteaban junto a todas ellas. Pero entre todas una paloma llamo la atención de la gaviota errante, una paloma hermosa y de negro plumaje, se encontraba entre ellas, pero volaba ausente. Sus alas, desplegaba, para no sucumbir ante los embates del furioso aire.
De pronto detuvo su vuelo y se fue en picada, buscando la rama de donde iniciara un día su viaje. Y justo en la rama, dentro de su nido muy triste y cansada, estaba su madre. Una paloma de alas inmensas, cuya fortaleza, un tanto desgastada, mostraba que era la dueña de muchas proezas. La paloma madre, yacía en el nido, mirando hacia el cielo, recordando sus pasados vuelos. Pero el tiempo implacable, no transcurre en mano y ya no podía abandonar el árbol. La paloma hermosa de negro plumaje voló hasta su lado. Le llevo en el pico algo de comer, rasco su cabeza y con sus alas la acaricio también.
Desde el solitario camino trazado, la gaviota errante veía la escena. Una paloma metida en su nido, una paloma ofreciéndole abrigo. Mirándolas desde la distancia, expandió sus alas y siguió camino, el viento y el mar eran sus testigos. Era solitaria, de errante volar, sin tener un árbol donde reposar. Solo si la noche le brindaba un guiño, buscaba en el mar un poco de abrigo.
Un día de sol, como tantos otros, emprendió su vuelo, todas las bandadas hacían lo mismo, buscando que el sol les diera cariño. Pero hoy no estaba la paloma negra, la paloma hermosa. De pronto una ráfaga le jugo una broma y sintió su fuerza la errante gaviota. Hizo mil piruetas, ninguna de ellas hechas por alarde, era el equilibrio para no quebrarse. Siguiendo su vuelo, busco inútilmente la paloma negra de hermoso plumaje no estaba volando, y justo en nido ya no había nadie.
Entonces lo supo, se lo dijo el viento en un simple zumbido, se lo dijo el viento que era su amigo. La paloma negra de hermoso plumaje, hoy se siente sola, se siente muy triste, enterró a su madre. La gaviota errante perdió el equilibrio, sintió que hasta el cielo ya no era el mismo. Dos gotas de lluvia besaron su pico, lagrimas del cielo, único testigo, del vuelo infinito que en solo instante hizo hasta el cielo la paloma madre.
¿Dónde estará la paloma negra de hermoso plumaje? ¿Dónde el dolor y la pena la han escondido? ¿Dónde llora el dolor amargo de su cruel designio? Señor de los mares, Señor de los vientos, que brindas amor y brindas consuelo, dile que la busco, que venga conmigo que justas luchemos por borrar las marcas de la ausencia triste que lleva consigo—
Todo fue silencio, todo fue respeto, en señal de duelo todas las bandadas cerraron su pico, sus alas quedaron cual si fuera un lienzo, estático y suave plasmado en el viento.
De pronto a lo lejos, vestida de pena volaba a mi encuentro la paloma negra. Le ofrecí mis alas, ven vuela conmigo, surquemos los cielos, dejemos que el vento te llene de olvido. De olvido de llanto, de olvido de pena, porque el recuerdo de tu ser querido ese si se queda.
La gaviota errante, que nunca dejaba que la viera nadie, voló junto a ella. Su paloma negra de hermoso plumaje, la que estaba triste y llena de pena, queria tenerla siempre junto a ella. Le extendió las alas para que viniera y juntas borraran su profunda pena. La paloma negra de hermoso plumaje, se vistió de esperanza, e hizo piruetas vestidas de encajes. La gaviota solitaria, la gaviota errante volaba con ella.
La paloma hermosa, de negro plumaje, acepto volar muy juntito a ella. Ya no esta triste la paloma negra, ya no estaba sola, la gaviota errante. Sus alas unidas formaron un arco, sus picos formaron sueños en el aire. Ya no había tristezas, ya no había pesares, y juntas volaban sin miran a nadie.
Surcaban el cielo, cruzaban los mares, hacían piruetas, se hacían maldades. Reirán del sol cuando se ocultaba detrás de una nube, reían el viento cuando en remolimos giraba y giraba sin besar a nadie. Miraban los árboles en la lejanía, las ramitas nuevas, las ramas caídas. Y entre vuelo y vuelo, entre risa y risa, volaba la gaviota errante y la paloma hermosa de negro plumaje.
La paloma negra entonaba ritmos y la gaviota errante hacia lo mismo. La gaviota errante le escribía mimos, con su estrecho pico, mimos de cariño danzando en el aire.
Pero un día lluvioso, de nubes oscuras, la gaviota errante subió a las alturas, su cuerpo sentía que estaba cansado, de tanto y tanto que había volado. Se escondió detrás de una nube, sin hablar de nada sin decir a nadie. La paloma hermosa de negro plumaje, voló por los mares, preguntando a otras amigas del mismo plumaje. Nadie había visto a la gaviota errante. Nada la detuvo, su amistad por ella la hacia incansable, volaba y volaba, retando a los vientos, retando a los mares. Sola como siempre, volando, cansada y herida encontró a su amiga la gaviota errante.
Voló junto a ella, le brindo sus alas, te presto mi fuerza, mi gaviota amada – le dijo la paloma hermosa de negro plumaje. No quiero que sufras, no quiero que llores, te ofrezco el cariño que tengo en mi alma vestido de flores, No me dejes sola, no rompas mi nido, no rompas los sueños que forme contigo. Pero la gaviota siempre solitaria, prefirió alejarse antes de lastimarla.
No quiero que vueles donde vuelo yo, extendió sus alas y le dijo adiós. Levanto su vuelo y lejos se marcho. La paloma negra se quedó llorando, la gaviota errante la había lastimado. Ella le brindada su amistad sincera, y la gaviota errante se la rechazaba.
La paloma hermosa de negro plumaje, no entendió el dolor, no entendió el mensaje. La gaviota errante se estaba muriendo y quería sola emprender su vuelo. Regresaba al mundo de donde salio, un mundo solitario, de uno no de dos. Prefiero el desprecio de una amiga buena, al dolor de verla sufriendo por ella.
La paloma hermosa de negro plumaje, remontó su vuelo, llena de coraje, y cuando llego de nuevo a su nido, le envió un mensaje lleno de castigo. La acuso de falsa, de traidora y mala, de miles de insultos que nunca esperaba. Tomo la espada de autodefensa y le corto las alas, le quito las garras, la dejo indefensa.
La gaviota errante, se sintió morir, estaba perdida, sin tener un nido a donde partir. Y esta historia no termina aquí, puedo que algún día escriba su fin
De pronto detuvo su vuelo y se fue en picada, buscando la rama de donde iniciara un día su viaje. Y justo en la rama, dentro de su nido muy triste y cansada, estaba su madre. Una paloma de alas inmensas, cuya fortaleza, un tanto desgastada, mostraba que era la dueña de muchas proezas. La paloma madre, yacía en el nido, mirando hacia el cielo, recordando sus pasados vuelos. Pero el tiempo implacable, no transcurre en mano y ya no podía abandonar el árbol. La paloma hermosa de negro plumaje voló hasta su lado. Le llevo en el pico algo de comer, rasco su cabeza y con sus alas la acaricio también.
Desde el solitario camino trazado, la gaviota errante veía la escena. Una paloma metida en su nido, una paloma ofreciéndole abrigo. Mirándolas desde la distancia, expandió sus alas y siguió camino, el viento y el mar eran sus testigos. Era solitaria, de errante volar, sin tener un árbol donde reposar. Solo si la noche le brindaba un guiño, buscaba en el mar un poco de abrigo.
Un día de sol, como tantos otros, emprendió su vuelo, todas las bandadas hacían lo mismo, buscando que el sol les diera cariño. Pero hoy no estaba la paloma negra, la paloma hermosa. De pronto una ráfaga le jugo una broma y sintió su fuerza la errante gaviota. Hizo mil piruetas, ninguna de ellas hechas por alarde, era el equilibrio para no quebrarse. Siguiendo su vuelo, busco inútilmente la paloma negra de hermoso plumaje no estaba volando, y justo en nido ya no había nadie.
Entonces lo supo, se lo dijo el viento en un simple zumbido, se lo dijo el viento que era su amigo. La paloma negra de hermoso plumaje, hoy se siente sola, se siente muy triste, enterró a su madre. La gaviota errante perdió el equilibrio, sintió que hasta el cielo ya no era el mismo. Dos gotas de lluvia besaron su pico, lagrimas del cielo, único testigo, del vuelo infinito que en solo instante hizo hasta el cielo la paloma madre.
¿Dónde estará la paloma negra de hermoso plumaje? ¿Dónde el dolor y la pena la han escondido? ¿Dónde llora el dolor amargo de su cruel designio? Señor de los mares, Señor de los vientos, que brindas amor y brindas consuelo, dile que la busco, que venga conmigo que justas luchemos por borrar las marcas de la ausencia triste que lleva consigo—
Todo fue silencio, todo fue respeto, en señal de duelo todas las bandadas cerraron su pico, sus alas quedaron cual si fuera un lienzo, estático y suave plasmado en el viento.
De pronto a lo lejos, vestida de pena volaba a mi encuentro la paloma negra. Le ofrecí mis alas, ven vuela conmigo, surquemos los cielos, dejemos que el vento te llene de olvido. De olvido de llanto, de olvido de pena, porque el recuerdo de tu ser querido ese si se queda.
La gaviota errante, que nunca dejaba que la viera nadie, voló junto a ella. Su paloma negra de hermoso plumaje, la que estaba triste y llena de pena, queria tenerla siempre junto a ella. Le extendió las alas para que viniera y juntas borraran su profunda pena. La paloma negra de hermoso plumaje, se vistió de esperanza, e hizo piruetas vestidas de encajes. La gaviota solitaria, la gaviota errante volaba con ella.
La paloma hermosa, de negro plumaje, acepto volar muy juntito a ella. Ya no esta triste la paloma negra, ya no estaba sola, la gaviota errante. Sus alas unidas formaron un arco, sus picos formaron sueños en el aire. Ya no había tristezas, ya no había pesares, y juntas volaban sin miran a nadie.
Surcaban el cielo, cruzaban los mares, hacían piruetas, se hacían maldades. Reirán del sol cuando se ocultaba detrás de una nube, reían el viento cuando en remolimos giraba y giraba sin besar a nadie. Miraban los árboles en la lejanía, las ramitas nuevas, las ramas caídas. Y entre vuelo y vuelo, entre risa y risa, volaba la gaviota errante y la paloma hermosa de negro plumaje.
La paloma negra entonaba ritmos y la gaviota errante hacia lo mismo. La gaviota errante le escribía mimos, con su estrecho pico, mimos de cariño danzando en el aire.
Pero un día lluvioso, de nubes oscuras, la gaviota errante subió a las alturas, su cuerpo sentía que estaba cansado, de tanto y tanto que había volado. Se escondió detrás de una nube, sin hablar de nada sin decir a nadie. La paloma hermosa de negro plumaje, voló por los mares, preguntando a otras amigas del mismo plumaje. Nadie había visto a la gaviota errante. Nada la detuvo, su amistad por ella la hacia incansable, volaba y volaba, retando a los vientos, retando a los mares. Sola como siempre, volando, cansada y herida encontró a su amiga la gaviota errante.
Voló junto a ella, le brindo sus alas, te presto mi fuerza, mi gaviota amada – le dijo la paloma hermosa de negro plumaje. No quiero que sufras, no quiero que llores, te ofrezco el cariño que tengo en mi alma vestido de flores, No me dejes sola, no rompas mi nido, no rompas los sueños que forme contigo. Pero la gaviota siempre solitaria, prefirió alejarse antes de lastimarla.
No quiero que vueles donde vuelo yo, extendió sus alas y le dijo adiós. Levanto su vuelo y lejos se marcho. La paloma negra se quedó llorando, la gaviota errante la había lastimado. Ella le brindada su amistad sincera, y la gaviota errante se la rechazaba.
La paloma hermosa de negro plumaje, no entendió el dolor, no entendió el mensaje. La gaviota errante se estaba muriendo y quería sola emprender su vuelo. Regresaba al mundo de donde salio, un mundo solitario, de uno no de dos. Prefiero el desprecio de una amiga buena, al dolor de verla sufriendo por ella.
La paloma hermosa de negro plumaje, remontó su vuelo, llena de coraje, y cuando llego de nuevo a su nido, le envió un mensaje lleno de castigo. La acuso de falsa, de traidora y mala, de miles de insultos que nunca esperaba. Tomo la espada de autodefensa y le corto las alas, le quito las garras, la dejo indefensa.
La gaviota errante, se sintió morir, estaba perdida, sin tener un nido a donde partir. Y esta historia no termina aquí, puedo que algún día escriba su fin
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